Incluso a quince minutos de las Casas Colgadas, toda la comarca que rodea Cuenca reserva al viajero rincones virginales del bosque mediterráneo ibérico. Y contemplar la gran casa bermeja que alberga el Hotel Casita de Cabrejas, envuelto en un gran manto de pinos y de otros árboles menos prosaicos, no deja adivinar que incluso el edificio principal, con sus contraventanas y su galería corrida en madera, es de nueva planta y no la casona de toda la vida que pareciera ser.
Pronto vemos que hay concesiones a lo rústico y lo moderno a partes iguales, y la sala de reuniones de empresa sorprende, como un cubo en cristal, vanguardia entre el bosque. Los salones de este hotel con encanto, y muy especialmente la biblioteca, transmiten calor de casa vivida, sobre todo cuando hay excusa para prender la chimenea. Dominan los espacios la madera, los muebles confortables y la luz natural.
En torno al hotel Casita de Cabrejas y sus anexos se despliega, magnificente, una finca de catorce hectáreas que parece un jardín botánico, completada con una coqueta piscina, propiedad de esta familia que vuelve a dar vida a este monte precioso.