Se palpa en el Hotel Consolación un sano desafío frente a la globalización. Por un lado es evidente un clamor: Si Teruel existe, El Matarraña ni digamos. Diseño a raudales y carácter de la tierra.
Por otro lado no es menos evidente la reivindicación por lo singular en un hotel con encanto que nos muestra, desde habitaciones cúbicas y paredes de cristal, el paisaje ancestral, rural y natural, que salpica el inmenso bosque mediterráneo de los Puertos de Beceite y de toda esta comarca de nombre inolvidable. Entre montes de pino y carrasca, el edificio principal, de discreta vanguardia, se lleva bien con la ermita del XVI que forma parte del conjunto, reforzando ese espíritu bipolar.
Las habitaciones en cubos de madera y cristal que han sido objeto de reportajes en las más prestigiosas revistas de diseño de medio mundo viven para el disfrute del paisaje que las circunda. Todas ellas tienen una cama que sube a un escalón del suelo, recordando la tradición más japonesa, una chimenea junto al inmenso ventanal y bañeras de obra encastradas en el suelo.
Tampoco hay descanso en la mesa del hotel Consolación, pupitre divulgador de los aromas locales, y los fogones de Gonzalo no dan tregua. Unos desayunos completísimos y suculentos preludian cenas donde triunfan la trufa, las hortalizas del huerto, melocotones tardíos, caza, ternasco de Aragón y un largo etcétera. Y es que El Matarraña existe pero evoluciona.
No hay duda, a la vista de la propuesta fresca y contundente del Hotel Consolación. El hotel se encuentra a 250 km de Barcelona, a 150 km de Castellón y a 200 km de Valencia.